A pesar de que el ser humano intente controlar todos los aspectos de su existencia, es inevitable prevenir lo que dicta el transcurso del tiempo.



Cuántas veces me he dicho a mi mismo que el destino es sencillamente una secuencia de eventos que consecuentemente conllevan a un resultado inverosímil. Cientos de veces la lógica intenta calar todo lo que hago, pero algunas veces el pensamiento se rinde al instinto y al condicionamiento.

Quien declame que no somos animales es un ciego al mundo, así como aquel que niega lo desconocido y lo que no puede explicar. El ser humano nunca ha buscado controlar su propio destino (interesante palabra relacionada paradójicamente a la cultura sectaria), sino el porqué de las cosas.

Basta pasar un día con un niño de 3 años para entender todo lo que hemos perdido durante el transcurso de nuestra vida. La sociedad nos organiza en una entidad coherente con un objetivo común, utopía de sociedad, pero no inesperado del instinto humano desvía esta sociedad fuera de los límites. El ser humano, así como los animales, somos difíciles de dominar, y el colectivo respalda al caudillo cuando este alza su voz.

El condicionamiento de la mente es saludable en una sociedad, pero aniquila el intelecto humano y la capacidad de auto-superación, desgranándola a niveles tales que ya nadie recuerda cual es el sentido de la existencia.